Seguimos recorriendo el camino de Dios. Y se nos invita después de alzarnos, de hágase a ponernos en camino. Es no conformarse con la mediocridad. En el fondo es preguntarse cada día como aquellos que le preguntaron a Juan el Bautista: «¿Entonces, ¿qué debemos hacer?».
Ponernos en camino, desde la alegría, porque el Señor está cerca. Es tomar conciencia de la presencia del Señor en nuestra vida, que este camino a Belén, no lo hacemos solos, sino acompañados, animados, fortalecidos por el Señor.
Un camino que no es nada de extraordinario, sino dejarnos mover, por vivir en la rectitud y en la bondad, que comienza con la generosidad. Y esa generosidad nos invita a la honestidad, no podemos dejar que manipulaciones, intereses, dobleces se instalen en nuestro modo de caminar. Y esa honestidad nos lleva a la tercera actitud que se nos plantea, el respeto a los demás. Tenemos que saber caminar en el respeto, no podemos dejar que quien no comparte mi camino o discrepe, nos convirtamos nosotros en jueces de ellos.
Y todo esto lo conseguiremos cuando pongamos a Dios por delante, porque en el momento en que uno se pone el por delante de Dios, todo lo anterior empieza a caer porque no lo busco a Él, sino sólo mi interés, que esta tercera semana de adviento aprendamos a caminar en ese modo de Dios: alegre, honesto y respetuoso porque siempre lo ponemos a Él por delante.