«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (XIV Domingo del Tiempo Ordinario)

En este domingo el Señor nos invita a descansar en Él. Hay momentos de cansancio y de desilusión, cuántas veces decimos: “estoy cansando, no paro, estresado, no llego”, son momentos para preguntarnos qué es lo que provoca esos cansancios, donde estamos poniendo nuestra vida y desde ahí recordar estas palabras del Señor. Que nos recuerda que si nuestra vida la gastamos haciendo el bien, es un cansancio que merece la pena.

Porque el Señor nos enseña que si ponemos la esperanza en Él no quedamos defraudados y así descubrimos en Cristo la mansedumbre, la humildad. Esta mansedumbre y humildad nos dará la fuerza para llevar el «yugo» de Cristo que es la ley del amor, el mandamiento, que ha dejado a sus discípulos. El verdadero remedio para todas las heridas es una regla de vida basada en el amor fraterno, que tiene su manantial en el amor de Dios. Por esto es necesario abandonar los caminos de la arrogancia y el orgullo.

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