«El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Domingo XXX del Tiempo Ordinario)

Se nos presentan dos modos de orar, que al final son dos modos de presentarse en la vida, porque la oración refleja nuestra vida y nuestra vida se refleja en la oración. Los dos hombres estaban en oración, pero qué oraciones tan distintas. Una hecha con presunción personal y la otra con humildad, con el corazón triste por haber fallado a Dios.

¿Quiere decir entonces que para hacer buena oración forzosamente debemos golpearnos el pecho y debamos hacer exámenes personales de autocrítica, rayando casi con un pesimismo? Dios no quiere eso, más bien nos pide que como niños nos acerquemos a su corazón reconociendo las cualidades que nos ha dado, pero también con la humildad necesaria para reconocer nuestras faltas.

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