«Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». XXXI Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo C)

Zaqueo, ante el «muro» que tiene delante no se queda en la dificultad quejándose sino que es capaz de trepar a un árbol, para poder ver al Maestro que pasa. Y empieza el milagro, Jesús se detuvo, no pasó de largo precipitadamente, lo miró sin prisa, lo miró con paz. Lo miró con ojos de misericordia; lo miró como nadie lo había mirado antes. Y esa mirada abrió su corazón, lo hizo libre, lo sanó, le dio una esperanza, una nueva vida .

La mirada de Jesús va más allá de los pecados y los prejuicios. Mira el corazón herido y va allí. El gesto de dar confianza a las personas es lo que las hace crecer y cambiar. Así se comporta Dios con todos nosotros: no lo detiene nuestro pecado, sino que lo supera con el amor y nos hace sentir la nostalgia del bien.

No nos quedemos contemplando los muros que se nos levantan, seamos capaces de subir a ese árbol que nos permite descubrir la mirada de Dios, para que transforme nuestra vida, en un corazón generoso

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