Llamados a ser testigos del Resucitado, y eso como se hace. Hay tres verbos que identifican al testigo:
Ver; Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Es ver a Dios en nuestra vida. No se trata de una experiencia ilusoria o delirante. Uno ve en la oración, en ese encuentro personal y cotidiano con el Señor. Danos el don de aprender a verte, en los acontecimientos de nuestra vida.
Recordar; Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Aprender a saborear, rumiar en nuestra vida la Palabra de Dios. A veces, nos quedamos en recuerdos negativos, estamos llamado a recordar todo lo que Dios poco a poco va obrando en nuestra vida. Porque será como ese sustrato que va fundamentando nuestra vida.
Contar; Vosotros sois testigos de esto. El ver y el recordar, nos lleva al contar. Estamos llamados a ser testigos del Resucitado. No de manera fría y distante sino como uno que se ha dejado cuestionar y desde aquel día ha cambiado de vida. Donde la fe “no es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de preceptos y prohibiciones o un moralismo, sino que es un mensaje de salvación, un acontecimiento concreto, es más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente y único Salvador de todos. Y su testimonio es mucho más creíble cuando más transparenta un modo de vivir evangélico, gozoso, valiente, humilde, pacífico, misericordioso.”
El Señor nos llama a ser testigos, descubramos a Dios en nuestra vida, para que con un corazón agradecido hagamos memoria y así saboreando la presencia de Dios en nuestra vida, seamos capaz de contar a los demás, el gozo de ser cristiano.