Las lecturas de este domingo nos presentan tres palabras:
La primera palabra: DEBILIDAD. «La consciencia de ser débiles». Quien se cree fuerte, quien se cree capaz de arreglárselas solo, es ingenuo y, al final, es un hombre derrotado por tantas debilidades que lleva consigo. Precisamente la debilidad nos lleva a pedir ayuda al Señor, no podemos dar un paso en la vida sin la ayuda del Señor, porque somos débiles.
La segunda palabra: SOBERBIA. Es lo contrario a reconocer la debilidad, que es lo que les ocurre a los vecinos de Jesús. La soberbia nos vuelve orgullosos y con una mirada por encima a los demás. Nos dificulta reconocer las cualidades, los méritos de los que tenemos a nuestro lado. Es el creernos mejores que los demás.
Y ante esta, la respuesta es la tercera palabra: FE. Necesitamos pedir insistentemente la gracia de la fe. Porque la fe es un inmenso don de Dios y vale más que la vida misma, porque aunque a veces no veas, aunque te rodeen espesas tinieblas, aunque te azote la duda, aunque te domine el miedo, aunque te invada el desaliento: confía. Es caminar, sufrir, caer y levantarse tratando de ser fiel a Dios a quien no vemos con nuestros ojos materiales, pero sí con los ojos de la fe.
Digamoas hoy: «Creo Señor, pero aumenta mi poca fe», para que desterrando toda soberbia, reconozca mi debilidad y descubra que solamente abandonándome en Ti podré seguir caminando verdaderamente.