«Se quedaron asombrados de su doctrina, porque enseñaba con autoridad» (IV Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B)

Nos encontramos con el comienzo de un día en la vida del Señor, que arranca en actitud de oración, en la sinagoga. Donde Jesús se pone a enseñar la Palabra de Dios, y surge el asombro entre los que le escuchaban, por la “autoridad” de sus palabras. ¿De dónde le viene ese «con autoridad»? Tres características que diferencian la autoridad de Jesús de la de los doctores de la Ley. Y que nos dará también a nosotros esa «autoridad»:

Humildad; Jesús enseñaba y vivía con actitud humilde: dice a sus discípulos que el más grande sea como el que sirve, y se haga el más pequeño. Tenía una actitud de servidor, y eso le daba autoridad.

Cercanía; es la segunda característica que diferencia la autoridad de Jesús de la de los fariseos. Jesús no tenía alergia a la gente: tocar a los leprosos o a los enfermos no le daba asco.

Coherencia; Jesús vivía lo que predicaba, había unidad y armonía entre lo que pensaba, decía y hacía.

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