El Señor en este domingo nos invita a descubrir el gozo del perdón, de la misericordia, ante una pregunta de Pedro, donde está el límite del perdón. Y Jesús nos recuerda que la experiencia de misericordia no tiene límites.
Hay que vivirlo como un don de Dios, que parte de una experiencia en nuestra vida. Cristo nos ofrece su misericordia para que también nosotros podamos ser misericordiosos con los demás. Necesitamos cada día renovar ese perdón y no debemos preocuparnos por la correspondencia del otro si hemos hecho lo que estaba de nuestra parte. Por este motivo debemos trabajar en amar en lugar de odiar, comprender en lugar de pensar mal, perdonar en lugar de buscar la venganza.
Para perdonar hace falta amor, mucha humildad, oración y disponibilidad para hacerlo. El evangelio de Jesús es el evangelio del amor y solo el amor sin límites y sin condiciones puede perdonar. Debemos perdonar tantas veces como sea necesario si queremos permanecer en el amor de Dios.
Pidamos a Cristo la gracia de contar con un corazón como el suyo que sepa amar y perdonar a pesar de las grandes o pequeñas dificultades de la vida. Este es el momento de sacarlas y liberarnos en la misericordia de Dios y con el sacramento de la confesión cuando podamos.