Si el domingo pasado Pedro hacía una confesión de fe, hoy es reprendido por el Señor porque su pensar no es el de Dios, sino el de Satanás. ¿Y por qué?
Todo comienza cuando Jesús anuncia que debe ir a Jerusalén: “ir”, “padecer”, “morir” y “resucitar”. Lo comparte con los discípulos para que sean conscientes del camino que esperan, para que no caigan en la tentación del victimismo. Pero eso no cuadra con el pensar de Pedro, con su lógica, eso hace que proponga al Señor un mesianismo fácil, escapar de los momentos difíciles, de la realidad a la que nos tenemos que enfrentar. Son esos «pedros» que se nos presentan en nuestra vida, que al final nos confunden, nos enganñan y nos llenan de tristeza.
Y Jesús vuelve a recordar, que la vida es un camino donde a veces, se pierde y otras se gana, pero que para crecer hay que renunciar (negarse a sí mismo), no centrar la vida solamente en mí, sino en Dios y su proyecto, esto me llevará a coger la cruz de cada día sin miedo, sin resignación y con esperanza, porque sabemos que cuando lo seguimos a Él no quedaremos defraudados.
Todo será posible si nos dejamos seducir por el Señor, como nos invita el profeta Jeremías.