La de hoy es una fiesta para la contemplación, para “ver” la obra de Dios en los hombres, la muchedumbre inmensa de los redimidos, la gloria del cielo. Y descubrir que nosotros estamos llamados a participar de esa obra. Y es el camino de las bienaventuranzas, para poder participar.
Porque Dios nos quiere santos, con nuestras circunstancias y nuestra realidad. La santidad es dar lo mejor de uno amando cada cosa que hago y así haciendo un mundo que nos acerque a Dios y a los demás.
Y es que ser santo no es nada más que pedir a Dios que moldee en nuestro interior para hacer la mejor versión de nosotros mismos. Dios nos llama a todos a la santidad, ¿cómo ser plenamente felices?: Amando. La santidad no es una cosa de otro mundo, es tu día a día de cara a Dios y a su amor. Son esas caras que ves todos los días a las que puedes tratar con más cariño por el Señor, son esos minutos extras que dedicas a alguna tarea para que quede mejor. Es ese momento en el que te paras para orar y no olvidar el camino. El Señor te invita a vivir tu vida diaria desde la perspectiva del amor, y así cada día será nuevo.