Un cristiano que no sabe dar gracias se ha olvidado del lenguaje de Dios, por eso hoy la palabra es: ¡GRACIAS, SEÑOR! La vida cristiana es, ante todo, la respuesta agradecida a un Padre generoso. Si seguimos solamente normas/deberes, nos falta esa experiencia agradecida. Porque el fundamento, la base de la tarea no es la fuerza de voluntad, sino en dejarse amar. Y de ahí nace un corazón agradecido y este regalo se lleva a los demás.
¡Solo la humildad nos ayuda a descubrir lo importante que es saber agradecer, saber alabar por todo lo que el Señor hace en nuestro favor! Preguntémonos: ¿Somos capaces de saber decir gracias? ¿Cuántas veces nos decimos gracias en familia, en la comunidad, en la Iglesia? ¿Cuántas veces damos gracias a quien nos ayuda, a quien está cerca de nosotros, a quien nos acompaña en la vida? Con frecuencia damos todo por descontado. Que nuestra vida sea una acción de gracias continua.