Seguimos en este tiempo de Cuaresma, hoy se nos invita a podar el miedo e injertar la esperanza. Y para ello tenemos la oportunidad de tener la misma experiencia de la transfiguración que tuvieron Pedro, Santiago y Juan.
Jesús se lleva al monte Tabor tres de sus apóstoles, porque el anuncio de la pasión sumergió a los discípulos en una profunda crisis: el miedo se instala. La Transfiguración del Señor nos ofrece un mensaje de esperanza . Subimos al encuentro con Él para dejar nuestros miedos y llenarnos de esperanza. Es poner a Dios en el centro y no nuestros miedos. «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»: aprender a escuchar la palabra de Dios, que resuene en nuestra vida. Porque si lo que nos resuena es el miedo nos va bloqueando y nos va apagando. Pero cuando resuena el Señor, la paz, la serenidad poco a poco se va instalando en nuestra vida. Y nos vamos llenando de esperanza.
Un llenarnos de esperanza, para después bajar del monte con ojos y corazón transfigurados por el encuentro con el Señor. «Bajar del monte», cargados con la fuerza del Espíritu. Transformados por la presencia de Cristo y del ardor de su palabra, sabremos estar en el mundo como Dios quiere, sabremos estar amando donde falta el amor, sabremos estar poniendo misericordia donde hay rencor; sabremos estar poniendo luz donde hay oscuridad. En definitiva, sabremos estar poniendo esperanza donde hay miedo.