Este domingo otra parábola de la viña. En la que se nos presenta la actitud de los viñadores ante su trabajo. Como al creerse dueños viene el egoísmo, el mal, la envidia, en definitiva, la muerte.
Esta parábola nos recuerda que la historia de amor entre Dios y su pueblo parece ser una historia de fracasos, que aparece como el fracaso del sueño de Dios. Pero más lejos de la realidad, porque al final Dios sigue encomendando este sueño a otros. Lo importante hoy es pedirle que el sueño de Dios sea el nuestro. Sus deseos los nuestros, sus aspiraciones las nuestras. Sabiendo que por muchos fracasos que surjan en nuestra vida, no olvidemos que al final si confiamos en Él, ese sueño suyo se cumple.
Dios nos encomienda su sueño, pidámosle que creemos en este sueño que es posible, desde ahí que no enseñe su modo de proceder, su fuerza para levantarnos cuando nos caemos y seguir cavando la viña. Sólo así nos convertimos en auténticos cooperadores de la vida y de Dios.