La importancia de ponerse en manos del Señor, de reconocer nuestra debilidad para así dejar que se realice la fortaleza de Dios en nuestra vida. Porque tenemos que sacar toda soberbia de nuestros corazones, para que no nos pase lo mismo que a los vecinos del Señor. La gente de Nazaret primero escucha y se queda asombrada; luego se pregunta perpleja: «¿De dónde le viene esto?», ¿esta sabiduría?
Nos puede pasar a nosotros que conocemos a Jesús, pero no lo reconocemos. Hay diferencia entre conocer y reconocer. Conozco su vida, su mensaje, su Buena Noticia, pero el reto está en reconocerlo en nuestra vida, en los acontecimientos, en el hermano que camina junto a mí. Y para ello hemos de superar toda clase de perjuicio, de esquema cerrado. Esforzarnos en abrir el corazón y la mente.
Señor, danos la fuerza de hacernos pequeños, quitando prejuicios para que, reconociéndote en nuestra vida, te acojamos en nuestra vida y te llevemos a los demás.
Jesús, cómo hijo de Dios, es el alimento del alma, la esperanza en que todo tiene sentido porque El nos cuida y nos guía.
Dame Señor la humildad, la serenidad y la sabiduría para hacer crecer mi Fe y mi confianza en ti cada día.
Amén.