Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio. Quizá la mujer era traída a empujones o siendo arrastrada. Cuando llegaron la pusieron en medio de donde Jesús estaba enseñando, y como si se tratara de un espectáculo público, empezaron a describir los detalles de su pecado. Parecían estar disfrutando de ese momento. Que daño nos hace el dedo acusador.
La respuesta de Jesús:- «El que esté sin pecado, que le tire primera piedra». Acababa de dejarlos a solas con su conciencia y les estaba dando tiempo para que se examinasen a sí mismos. Para quitarse la máscara del juicio, del creerse mejor que los demás. Cuántas máscaras nos ponemos en ocasiones y juzgamos a los demás. Y lo que hay que descubrir es que Jesús no humilla a la mujer adúltera, no le dice: qué has hecho, cuándo lo has hecho, cómo lo has hecho y con quién lo has hecho. Le dice en cambio que se marche y que no peque más: es grande la misericordia de Dios. Que el Señor nos conceda esa misma misericordia con todos los que nos rodean.