Sus discípulos desean vivir la misma experiencia de la oración de Jesús. Debido a que pueden ver que la oración es una dimensión esencial en la vida de su maestro, de hecho, cada acción importante suya se caracteriza por momentos prolongados de oración. Respondiendo a la petición de los discípulos, Jesús no da una definición abstracta de la oración, ni enseña una técnica efectiva para orar y obtener algo. Es un diálogo de un hijo con su padre, un diálogo entre los niños y su padre. Esta es la oración cristiana.
Cuando Jesús nos enseña el Padrenuestro, nos hace entrar en la paternidad de Dios y nos muestra la forma de entrar en un diálogo directo y de oración con Él, a través del camino de la confianza filial. Y hay que rezar siempre, incluso cuando todo parece inútil, cuando Dios parece sordo y mudo y parece que perdemos el tiempo. Aunque el cielo se oscurezca, el cristiano no deja de rezar.
Pero debemos seguir esforzándonos en los momentos difíciles, en los momentos en los que no sentimos nada. Durante esas noches de fe, el que reza nunca está solo, Dios está con él. Que el Señor nos conceda siempre el don de orar como Él y la constancia y perseverancia en la oración.