Seguimos rumbo a Jerusalén, disipando las nieblas, guiados por su luz, sacando actitudes de nuestra barca, para que agarrados a la cruz de Dios llegamos a Jerusalén. Y nos sale ese deseo: «Queremos ver a Jesús». Queremos: es esto lo que mueve a la búsqueda de Dios., hay que repetirse: «quiero ver a Jesús».
Jesús responde que quien quiera buscarlo, que quien quiera conocerle, comprenderle hay que mirar el grano de trigo que muere en la tierra, es decir, mirar la cruz. Y nos nace una pregunta: ¿Cómo miro el crucifijo? ¿Como una obra de arte, para ver si es hermoso o no es hermoso? ¿O miro dentro, en las llagas de Jesús, hasta su corazón? No olvidemos que para conocerlo hay que mirar el crucifijo, pero mirarlo dentro.
Último domingo de Cuaresma, es una oportunidad para pedirle al Señor que tengamos siempre ese deseo de conocer su corazón, sus deseos; para que así descubramos a que tenemos que morir, es decir, vaciarnos, para que se den en nuestra vida esos frutos, esa pesca. No estamos llamados a ser una semilla de Dios para guardarnos en un tarro, sino para ser sembrada.