“¡Quiero que vivas!” ; podría ser la frase de este tiempo de Pascua, y más en este domingo que se celebra el de la Divina Misericordia puede ser un momento precioso para descubrir como quiere Dios que yo VIVA con mayúsculas.
El primer signo de la Iglesia desde la Resurrección, es una Iglesia que no solamente aman de cara al exterior sino que se aman entre sí, y en el fondo es porque su vida descansa en el Señor, ahí está puesto su corazón. Y el primer signo ante esto es la paz. Porque es lo que Dios trae. Estamos necesitados de esa paz en nuestra vida. Una paz que evita que cerremos las puertas, una paz que abre las miradas, una paz que llena de esperanza. Una paz que llena de vida a todos los que nos rodean.
Es la paz que brota de las llagas de Jesús, porque el ver sus llagas de Resucitado descubrimos lo que Tomás se encuentra: «el precio del amor». Y dice ante tanto amor: “¡Señor mío y Dios mío!”. Digámoslo nosotros también viendo tanto amor entregado para que descubramos todo lo que nos queda por VIVIR.