En este domingo encontramos uno de los milagros que más se conocen, la multiplicación de los panes y de los peces, un milagro que hace referencia a lo que estamos celebrando, la eucaristía. Creo que nos invita este milagro a tres actitudes:
La compasión. Frente a la multitud que lo sigue y -por así decir- ‘no lo deja en paz’, Jesús no actúa con irritación, no dice ‘esta gente me molesta’. Sino que siente compasión, porque sabe que no lo buscan por curiosidad, sino por necesidad. No es simplemente sentir piedad, es más, significa misericordia.
El compartir. De la compasión verdadera, nace el compartir, la reacción de los discípulos, frente a la gente cansada y hambrienta, es despedirlos, la de Jesús: “Dadles vosotros de comer”. Jesús razona según la lógica de Dios, la del compartir.
La Eucaristía. Esta compasión y ese compartir nacen de la Eucaristía. Jesús no da un pan, sino el pan de la vida eterna, se dona a Sí mismo, ofreciéndose al Padre por amor a nosotros.
Y cuando del encuentro con Cristo, en la Eucaristía, nace el sentimiento de la compasión, que me lleva al deseo de compartir, entonces no habrá nada ni nadie, como dice San Pablo, que nos separe del amor de Dios y que nos impida amarle a Él en los hermanos, especialmente en los que más sufren. Hoy se hace ese milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, del amor de Dios, no seamos una resta, sino multiplicadores de ésta gracia que recibimos.