Regresan de la sinagoga a casa de Simón y Andrés, y allí cura a la suegra de Pedro. La cogió de la mano, e inmediatamente la levantó. Que importante es esta palabra, el Señor vienen a levantarnos. No nos deja postrados, nos levanta, para a continuación ponernos a servir. No para quedarnos regocijándonos de la curación. Levantados cada día para servir.
Hay que aprender a descubrir que Dios nos invita a vivir levantados, Él se acerca para no dejarnos en el suelo. Un levantarse para servir, con una disponibilidad, continúa, sin seleccionar a quien sirvo sino a todos sin distinción. No hay un horario, no dice ahora me toca a mí. La cercanía, la ternura, la compasión son el estilo de Dios, en todo momento y circunstancia. Disponibilidad.
Y, ¿cómo se consigue eso? De nuevo la acción: “se levantó” y de madrugada se puso a orar. Hablar con Dios para luego hablar de Dios. No se puede una sin la otra. En la vida hay que predicar desde la oración y desde la oración predicar. No es un orar para mí, buscando una experiencia de Dios, es un orar para dejarse coger de la mano, levantarse y ponerse a servir viviendo lo orado.