Escuchamos el prólogo del evangelio de San Juan, que es la perspectiva desde el cielo, como se ve desde allí el acontecimiento del Nacimiento. Lo primero que nos recuerda que la Palabra de Dios, se hizo carne en Jesucristo y habitó, habita y habitará en nosotros. Viene a quedarse, no es una palabra que pasa y ya está.
Hay que pedirle al Señor que nos de la sabiduría de saber dejar que esta palabra suya, sea la que acampe en nuestra vida. Porque cuando acampan otras palabras en nuestra vida, las del egoísmo, las de la crítica, el rencor,…; nos provoca mal estar y tristeza. Pero cuando esta Palabra que es Cristo, esta palabra llena de amor, de ternura, de misericordia, de fe, de esperanza, de alegría. Nuestra vida se llena de Dios y lo comunicamos a nuestro alrededor.
Danos Señor la sabiduría para descubrir que solamente Tú palabra es la que me da la paz, la esperanza, la Vida. Saca de mi vida, del vocabulario de mis palabras todo lo que me aleja de Ti y de los demás. Que sea eco de tu Palabra Señor para los demás.