En este domingo, sale al encuentro de Jesús, un leproso con una petición, ser sanado. Hay como tres momentos en el Evangelio de hoy, tres momentos que nos invitan también a situarnos de la misma manera.
- La invocación del enfermo: El leproso suplica a Jesús de rodillas y le dice: «si quieres, puedes limpiarme». Es una oración humilde y sencilla, solamente cuanto nos situamos desde esa humildad de reconocer que necesitamos nosotros ser curados, no mirar tanto a los demás. Y con sencillez y confianza de saber que solamente Dios nos puede curar, empieza también en nosotros ese milagro.
- La respuesta de Jesús, es la compasión. Y compasión es «padecer-con-el otro». El corazón de Cristo manifiesta la compasión paterna de Dios por aquel hombre, acercándose a él y tocándolo. La misericordia de Dios supera toda barrera y la mano de Jesús toca al leproso.
- Las consecuencias de la curación prodigiosa. El leproso curado, a pesar del mandato de Jesús, no oculta su alegría y pregona entusiasmado su cambio de vida, su nueva regeneración.
Aquel leproso, descubrió quien le podía curar y se acercó sinceramente a Él. Descubramos quien puede limpiar esas lepras de nuestra vida: egoísmo, las indiferencias, las apatías, las fatigas, los miedos, las tristezas,… Para que con humildad le digamos: “Señor, si quieres puedes limpiarme”. Y así después compartamos la alegría de ser sanados en el alma con todos los que nos rodean.