Una vez más el Señor sale a nuestro encuentro, a invitarnos a su mesa, a un banquete que ha preparado para cada uno de nosotros. Un banquete donde en la mesa se pone el amor, la misericordia, la entrega, la esperanza, en definitiva, la Vida. Y nosotros, cada uno de nosotros hemos sido invitados no a mirar la mesa, sino a sentarnos en la mesa y a compartir con el mismo Dios nuestra vida. Y todo por iniciativa suya.
Ante esa invitación, ¿cuál es mi respuesta? Pongo excusas, pegas, mis intereses, las cosas materiales (ese campo, negocio,…). Lo urgente hace que muchas veces no me de cuenta de lo importante. Pero ante nuestras primeras excusas, Dios no se da por vencido y vuelve a invitarnos. ¿No quieres alimentarte de la felicidad plena? Pero aunque volvamos a decir, que no, Él no dejará de celebrar el banquete.
Lo que si se nos pide, es un traje de fiesta. El traje de boda simboliza la misericordia que Dios nos da gratuitamente, es decir, la gracia. Sin la gracia no se puede dar un paso adelante en la vida cristiana. Todo es gracia.
Familia, no basta con aceptar la invitación a seguir al Señor, hay que estar dispuestos a un camino de conversión que cambia el corazón. El hábito de la misericordia, que Dios nos ofrece sin cesar, es un don gratuito de su amor. Para que disfrutando de este banquete, después nuestro menú del día que ofrezcamos a los demás, sea la Buena Noticia de Dios.