Juan reconoce al Señor, porque está en actitud de búsqueda, de encuentro. También nosotros estamos llamados a reconocer al Señor, porque a veces, estamos mirándonos sólo a nosotros mismos y entonces es difícil reconocerlo, sólo reconocemos nuestro “yo”. Hay que pedir el don de saber reconocerlo.
Y viene como el Cordero de Dios, es el modo de Dios, como cordero: El cordero no es dominador, sino manso; no es agresivo, sino pacifico; no muestra las garras o los dientes frente a cualquier ataque, sino soporta y es paciente. Y nosotros tenemos que aprender a ser discípulos del Cordero de Dios, poniendo en el lugar de la malicia la inocencia, en el lugar de la fuerza el amor, en el lugar de la soberbia la humildad, en el lugar del prestigio el servicio.
Ser discípulos del Cordero significa no vivir a la defensiva, sino una vida abierta, acogedora y solidaria que lleva el Evangelio a todos, testimoniando con nuestra vida que seguir a Jesús nos hace más libres y más alegres. Que nuestra vida sea reflejar el modo del Cordero de Dios.