Es recordarnos nuestra misión de discípulo. Y es que en él se nos muestran los pasos a seguir para poder verdaderamente ser fieles testigos de lo que hemos visto y oído de boca del Señor.
La primera: los envío acompañados. Es ir y sentirse Iglesia, todos unidos. No estamos solos en esta misión que Dios nos ha encomendado.
La segunda: corderos en medio de lobos. No es sencilla la tarea de evangelizar, de anunciar la fe. Hay muchos obstáculos. Nuestra reacción el Evangelio en el amor y en la misericordia.
La tercera: portadores de paz. El verdadero testigo se reconoce por la paz que lleva dentro de él, la misma paz que quiere comunicar.
La cuarta: nuestra fuerza es el Señor. Acompañados por la fuerza del Señor, llegamos a cualquier lugar. Es hacerlo todo en el nombre del Señor.
Y es entonces cuando descubrimos la alegría de nuestros nombres inscritos en el cielo. Vayamos al mundo a ser discípulos, como familia/Iglesia, llenos del evangelio de la verdad del amor de Dios que lleva la paz a todos los lugares, sabiendo que todo al final depende de Dios.