No hay mejor forma de hablar de la Santísima Trinidad que hablar de su distintivo, el amor. Que también tiene que ser el nuestro: “Os reconocerán que sois mis discípulos en el amor que os tengáis los unos a los otros”. Todos estamos llamados a testimoniar y a anunciar el mensaje que Dios es amor.
Nos ama tanto que ha entregado a su propio Hijo por cada uno de nosotros, no para juzgar, sino para salvar. Y este amor continúa, gracias al Espíritu Santo, que nos hace entrar en la dinámica del amor trinitario. Esta solemnidad es una invitación a todos nosotros a ir adquiriendo esa dinámica, ese dinamismo del amor de Dios, que sea siempre el que mueva nuestra vida, un amor verdadero sin límites, un amor que salva no que juzga. La gloria es vivir el espíritu de comunión, que es el amor y hacernos partícipes a todos.