Seguimos con nuestros “Síes”, si el pasado domingo fue el Sí que rompe los miedos, este domingo se nos invita al Sí de la esperanza. Mirando hoy a San Juan Bautista, profeta de la esperanza. Porque ante los baches, las colinas. Ante los montes, lo torcido, no se desanima sino que mira con esperanza. Porque la rutina, el conformismo, la inmediatez nos hace perder esa capacidad de esperar que las cosas sean nuevas y mejores.
Esperar para el cristiano significa la certeza de estar en camino con Cristo hacia el Padre que nos espera. La esperanza jamás está detenida, la esperanza siempre está en camino y nos hace caminar. Y hay que pedirle al Señor cada día que nos conceda el don de renovar la esperanza en Él. Y en nuestra vida. Y eso requiere un espíritu de conversión.
Este espíritu de conversión nos lleva a abrirnos a la belleza, la bondad, la ternura de Dios. Y descubrimos que la esperanza es una llamada a llenarnos de lo sentimientos de Jesús, para llenar los valles con ternura, enderezar los caminos con misericordia, rebajar las colinas con amor. Que este II domingo de Adviento sea un Sí a la esperanza, de saber que no hay valle, camino torcido o montaña que con el amor de Dios no podamos cruzar. Para llegar a Belén.