El Señor no va haciendo un sondeo, lo que quiere es una respuesta sincera de sus discípulos, porque si las respuestas son prefabricadas, no salen del corazón y de una experiencia profunda. Se viene abajo ante cualquier dificultad o reto. Jesús, hoy, nos vuelve a dirigir esta pregunta tan directa: «¿Quién soy yo para ti?». Cada uno de nosotros está llamado a responder, en su corazón. Y puede sucedernos a nosotros lo mismo que le sucedió a Pedro, y afirmar con entusiasmo: «Tú eres el Cristo».
Una respuesta que debemos asumir con todas sus consecuencias, porque es asumir el modo de pensar de Dios, aceptar sus tiempos, sus estilos. Incluso su modo de entregar la vida. En definitiva, es aceptar el proyecto de Dios, sin miedo, con valentía porque sabemos que es el mejor proyecto para nuestra vida. Es asumir que Dios elige el camino de entregar la vida en la cruz por amor a cada uno de nosotros. Y necesitamos cada día ponernos en ese camino, convertirnos siempre de nuevo a Él. No querer esconder la cabeza ante la dificultad, ante los retos. Sino decir aquí estoy Señor, a ser ese cirineo tuyo, a ser ese cirineo para los demás. A dar la vida. A coger la cruz no desde la resignación, sino con la victoria del amor y de la resurrección.