Testigos de la alegría. ¿Pero en este tiempo? Es una alegría serena, tranquila, una alegría que acompaña siempre al cristiano. Incluso en los momentos difíciles, en los momentos de dificultad, esta alegría se convierte en paz. La alegría cristiana es un don del Señor. ¿Y cómo puedo estar alegre?
Primero, rezar/orar; tener presente a Dios cada día en mi vida, eso me va dando el don de la mirada de Dios ante los acontecimientos, descubro su presencia en mi vida y en los que me rodea. Lo cual me llena de paz y de esperanza. Va sacando las ansiedades y los miedos, ayudando a descubrir lo importante. Porque Dios va transformando nuestras vidas: «Sed constantes en el orar».
Segundo, dar gracias; un corazón agradecido, destierra al “hermano lamento”, que a veces se puede instalar en nuestra vidas: “muy bonito, pero”. Un corazón agradecido aprende a vivir con alegría, porque sabe disfrutar y valorar lo pequeño: lo pequeño de poder amar y sentirse amado, de perdonar y sentirse perdonado, de saber que Dios sale a nuestro encuentro: «Dar gracias en toda ocasión».
Y todo con el objetivo de testigos de la luz, de Dios. Esta es la voluntad de Dios. Que pensemos cómo puedo ir al encuentro de los demás, de quienes atraviesan dificultades, problemas, en llevar un poco de unción, de paz, de alegría. Que la Virgen María, «Causa de nuestra alegría», nos haga cada vez más alegres en el Señor, que viene a liberarnos de muchas esclavitudes interiores y exteriores.