En esta solemnidad de la Asunción de la Virgen María, resuena no sólo aquí sino en todo el mundo, este cántico de Nuestra Madre: El Magnificat, el canto donde la Virgen María proclama las grandezas del Señor. Es el cántico de la esperanza.
Es el cántico que nosotros tenemos que hacer presente en nuestra vida. Para eso hay que pedir al Señor una memoria agradecida. Seguramente nos solemos quedar con los malos recuerdos, pero lo bueno parece que se nos olvida, lo bueno de poder mirar al cielo, de poder amar/perdonar, ser amados/perdonados. Lo maravilloso de un Dios que se hace presente cada día en el altar de nuestra vida. Y eso María lo sabe.
Y hace de su vida un Magnificat real en cada momento. Y nosotros al igual que ella estamos invitados a hacer lo mismo. Y no pensemos que es complicado, uno se convierte en Magnificat de Dios cuando es capaz de amar, cuando sonríe, cuando no es rencoroso, cuando ora, cuando guarda silencio, cuando parte su pan con el necesitado. Uno es Magnificat de Dios cuando vive su vida con esperanza y sabe que Dios siempre está con Él y que a pesar de la cruz no deja de agradecer y seguir amando. Eso hizo María, nuestra Madre, a ella miramos hoy y le pedimos que nos ayude a todos nosotros a hacer de nuestra vida ese Magnificat de Dios.