Esta fiesta del Bautismo de Jesús nos recuerda nuestro bautismo. Nosotros renacemos en el bautismo. Por eso se abren los cielos, porque si estos permanecen cerrados, nuestro horizonte en esta vida terrena es oscuro y sin esperanza. Y el día del bautismo de Cristo seguimos contemplando los cielos abiertos. La manifestación del Hijo de Dios en la tierra marca el comienzo del gran tiempo de misericordia, después de que el pecado haya cerrado los cielos, levantándose como una barrera entre el ser humano y su Creador.
¡Con el nacimiento de Jesús se abren los cielos! Dios nos da en Cristo la garantía de un amor indestructible. Desde el momento en que el Verbo se hizo carne es posible ver los cielos abiertos. El cielo también se abre en nuestro bautismo. El Espíritu de Dios desciende de nuevo sobre cada uno de nosotros y la vida no es algo cerrado. Se nos abre con Jesús un horizonte infinito. El cielo se ha abierto. Dios está con nosotros.
La fiesta del bautismo del Señor, es recordarnos que ese cielo lo abrió el Señor para que después cada uno de nosotros lleváramos a cabo la misión que Dios nos ha encomendado. Dejándonos impregnar por el amor de Dios, llevando a compartir nuestra vida caminando en el amor y la misericordia. Compartiendo nuestra vida con los que más sufren, siendo esperanza de Dios para ellos.