Hoy concluye la Pascua, 50 días desde la Resurrección de Señor, y terminamos agradeciendo el don del Espíritu Santo, que es el mismo Espíritu de Dios, que se nos da a cada uno de nosotros, que nos regala los siete dones, que nos forma como un pueblo nuevo y nos da un corazón nuevo.
Un pueblo nuevo; el mismo Espíritu crea la diversidad y la unidad y de esta manera refleja un pueblo nuevo, variado y unido: la Iglesia. De tal manera que se dé la unidad verdadera, que no es uniformidad, sino unidad en la diferencia.
Un corazón nuevo, porque si algo nos da el Espíritu Santo es ese corazón nuevo, un corazón, que nos ha mostrado el evangelio, que el primer don es el del perdón. El perdón es el don por excelencia, es el amor más grande, el que nos mantiene unidos a pesar de todo, que evita el colapso, que refuerza y fortalece.
Pidamos en esa Solemnidad que el Espíritu Santo sea quien mueva nuestra vida, nos dé la gracia de trabajar por la unidad entre todos, de superar murmuraciones que siembran cizaña y las envidias que envenenan, para ser signo de comunión. Una Iglesia que rebosa misericordia con todos los que nos rodean. Danos ese corazón nuevo que refleja ese pueblo nuevo.