Esta pregunta es una invitación a pararnos y mirar nuestro corazón y ver qué lugar ocupa el Señor en mi vida, en mi toma de decisiones, etc. Porque, a veces, nos podemos quedar en lo superficial, en lo emotivo, y hay que aprender a que Dios vaya configurando mi vida. En el fondo, es ir descubriendo como Dios viene a ser en nuestra vida como el eje sobre el que gira la rueda. Sin él, la rueda no puede funcionar. Nuestra vida sin Dios dejaría de funcionar. En el fondo es verificar en qué punto está mi fe.
Y de ahí viene la respuesta de Pedro. Es la presentación de la Iglesia que Dios quiere. Una Iglesia en la que el Señor sigue construyendo, una casa con unos cimientos sólidos, pero donde no nos faltan las grietas y por eso necesita continuamente ser reparada. Cada uno de nosotros somos esa pequeña piedra que forma parte de la Iglesia, sabiendo que ninguna pequeña piedra es inútil. En las manos de Jesús la piedra más pequeña se convierte en preciosa, porque Él la recoge, la mira con gran ternura, la trabaja con su Espíritu, y la coloca en el lugar justo, que Él desde siempre ha pensado y donde puede ser más útil a toda la construcción. Así va naciendo la comunidad, que es la Iglesia hecha de muchísimas piedras, todas diferentes, que forman un único edificio en su signo de la fraternidad y de la comunión.
Hoy hacemos ese acto de fe en la Iglesia, en comunión, en fraternidad. Porque en el momento en que nos creamos mejor piedra, más importante que otra estaremos fragmentando la Iglesia que el Señor nos ha dado y nuestra misión es seguir construyendo entre todos la Iglesia que Dios quiere.