El Señor nos invita a permanecer en Él. Pero para llegar a ello lo primero es: “Podar”. Y podar es elegir, y elegir es renunciar. La persona que en la vida quiere hacer demasiadas cosas, o está en todos los fregados, se dispersa. Hay que tener el valor de hacer elecciones, de dejar aparte algunos intereses.
Y así descubrir dónde debemos permanecer. Lo repite siete veces en el pasaje del Evangelio de hoy. No es un permanecer pasivo, un adormecimiento en el Señor. Este permanecer es un permanecer activo, y también es un permanecer recíproco. Él también permanece en nosotros, no sólo nosotros en Él.
Desde ese permanecer hay que dar frutos. Hoy nos tenemos que preguntar si corre por mis venas el Espíritu del Resucitado. Y desde ahí darme cuenta de lo seco para que el Señor, lo pode, lo arranque, aunque duela, lo saque de mi vida, de mi corazón. Y así demos frutos de vida, de amor, de esperanza, de Dios.