Esta invitación del Señor se repite en tres ocasiones hoy a los discípulos y a cada uno de nosotros. Porque el miedo es algo que siempre nos paraliza y nos aleja de Dios y de los hermanos. En estos tiempos debemos evitar que ese miedo, que es distinto a ser precavidos, se instale en nosotros. Y el evangelio nos presenta tres clases de miedo:
1/ miedo a la verdad, tenemos que dejar que esta verdad que es Cristo, sea la nuestra, porque no viene con dobleces, ni intereses escondidos, porque es la verdad de un amor entregado, la verdad de un perdón donado, la verdad de una vida compartida.
2/ miedo a la cruz, a nadie le gusta la cruz, pero tenemos que pedirle al Señor, que nos de la fuerza de abrazar la cruz, la que nos ha tocado, no vale la queja, ni el enfado. Es el momento de abrazar la cruz, porque solamente así seremos capaces de resucitar y ser cirineros para los demás.
3/ miedo al mañana, que puede ser lógico, pero si ese miedo se instala perdemos la confianza en Dios y al final es como quedarse atrapado bajo los escombros de la vida. Y el cristiano está llamado con la ayuda de Dios a levantarse de los escombros y reconstruir con paciencia y esperanza.
Señor, danos la valentía y la fortaleza para superar nuestros miedos, para no caer en la resignación y ser en el mundo mensaje del Reino de Dios que sigue hoy presente.