Nos encontramos en este evangelio la parábola del “No a la indiferencia”: Por un lado la riqueza agresiva. Por el otro, el pobre sin recursos, sin derechos, cubierto de úlceras, impuro, sin nadie que lo acoge, a no ser los cachorros que lamen sus heridas. Lo que separa a los dos es la puerta cerrada de la casa del rico.
Es curioso que el pobre tiene nombre y el rico no lo tiene. Es decir, que el pobre tiene su nombre inscrito en el libro de la vida, el rico no. El pobre se llama Lázaro. Significa Dios ayuda. A través del pobre Dios ayuda al rico y el rico podrá tener su nombre en el libro de la vida. Pero el rico no acepta ser ayudado por el pobre, pues guarda cerrada su puerta. No dejemos que la indiferencia dela mundanidad cierre las puertas de nuestro corazón.