En el Domingo del Domund, la máxima es: «Aquí estamos para servir y dar la vida». Frente a los dos apóstoles que buscan recomendaciones y buscan esos puestos que consideran importante, ser servidos por los demás. Y provoca la indignación de os otros 10 apóstoles. Pero no porque no tengan actitud de servicio, sino porque le quitan también a ellos los puestos, que lo deseaban, pero no lo habían expresado en voz alta.
Que daño nos hacen las rivalidades, las envidias, como nos dividen, nos enfrentan, nos roban la paz y no llena de tristeza. Pero el Señor, que es grande, no desespera, sino que una vez más con ternura y amabilidad, nos recuerda el camino, darse sirviendo. Un camino para aprender a sumergirse, en la dinámica de la compasión, sumergirse en perdón, en la cercanía, en la escucha, en humildad/gratuidad.
Y cuando nos sumergirnos en el Señor, aprendemos algo que es fundamental, a beber el cáliz de cada día como el Señor. Porque no consiste simplemente en beber ese cáliz, porque hay algunos que son amargos, sino en saber beberlo como el Señor lo hizo. Porque no podemos eludirlo, pero si podemos beberlo, enfrentarlo desde un corazón lleno de Dios.