El Señor nos invita a abrir el corazón. A destapar nuestras sorderas. Y a hacer resonar su voz en nosotros. Lo primero que uno descubre es que aquel hombre no se queda conforme con su sordera, sino que quiere oír. Cuántas veces podemos caer en la tentación de estar cómodos en nuestras sorderas, escuchando sólo lo que nos conviene o interesa. Y nos perdemos la preciosa voz de Dios que quiere resonar en nosotros. Y lo primero para curar esa sordera es el silencio: “Él, apartándolo de la gente a un lado”. Solo cuando somos capaces de hacer silencio en nuestro corazón, es cuando descubrimos cuales son los ecos de nuestra vida. Que resuena en nuestro corazón, y es el momento de ponernos junto a Dios para pedirle que toque nuestro corazón, destape nuestras sorderas, para escucharle a él, que nos invita en este domingo a dos realidades:
- «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará».
- «No juntéis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con el favoritismo».
Hoy El Señor sale a nuestro encuentro, no perdamos la oportunidad de dejar que Dios toque nuestro corazón para que curando esas sorderas de nuestra vida, nos llenemos de su esperanza, para llevar esa gloria de Dios sin distinciones a los demás.