Dios sale a nuestro encuentro, igual que salió al encuentro de Adán y Eva. Y ellos se escondieron, por miedo y vergüenza, ¿cuántas veces me escondo en mi vida ante Dios? Él sale a encontrarse con nosotros, a rehacernos, sale a curarnos, a ponernos la vestidura del amor, del perdón, de la misericordia frente a la vergüenza de nuestro pecado.
Cuando uno se esconde, se instala la malicia. Y así es como reacciona hoy el Señor ante eso, porque cierran su corazón a la misericordia de Dios, presente en Jesucristo. Porque cuando nos instalamos en la malicia, no podemos cambiar, nos escondemos y queremos que los demás también se escondan ante Dios, no podemos ver esas obras buenas y viene esa maldad en las dinámicas de los comentarios, las críticas,…
Vamos a pedirle al Señor que nos conceda vivir la voluntad de Dios, que es la que evita desanimarnos ante nuestras vergüenzas, la que nos llena de esperanza. La que nos recuerda que estamos llamados a hacerle presente. Y así, cuando el Señor nos pregunte: ¿dónde estás? Podamos decirle aquí estoy para vivir tu voluntad allí donde me lo pidas.