Seguimos en nuestro recorrido cuaresmal, aprendiendo la partitura de Dios, hemos puesto las notas de la fe, de la esperanza y del amor. En este domingo se nos pone la nota de la luz, Dios es esa luz que ilumina nuestra vida, nuestro mundo. Dejémonos curar nuestras cegueras por esta luz que brota del amor de Dios.
La fe es el don de una mirada nueva, de una vista renovada. Porque nos vuelve ciego el pecado, pero no de la noche a la mañana, sino como esa pequeña catarata que poco a poco me va haciendo perder la vista y poco a poco me voy acostumbrando, acostumbrándome a una luz cada vez más tenue, hasta que llega un momento en que considero que ese es el modo correcto de ver, de vivir en la oscuridad. Y así veo mi vida y la de los que me rodean.
Por eso hay que pedirle al Señor que no nos acostumbremos a nuestras pequeñas cegueras, sino que nos dé el don de reconocerlo y decirle «¡Creo, Señor!», que solamente Tú puedes curar mi ceguera. Este día el Señor sale a curar nuestras cegueras, solamente nos pide que lo deseemos.