«Anclados en la esperanza: alegría» (IV Domingo de Cuaresma, ciclo c)

Domingo laetare, domingo de la alegría. Y es la alegría del perdón, es la alegría de un abrazo, es la alegría del amor de Dios que se derrama generosamente. Y es la alegría, que en este día se nos invita a descubrir. Y que mejor que esta parábola del Padre misericordioso.

El hijo menor no pide, exige. Esa marcha rápida y lejana es signo de ruptura. Da ese portazo, ese enfado, que tantas veces nos pasa a todos. Pero llega la crisis, no puede comprar el amor, no puede comprar la felicidad, siempre falta algo, no puede vivir buscando el reconocimiento de los demás. Y en ese momento se acuerda de cómo se vive en casa del padre. Y es cuando descubre el amor del Padre, una vez más, cuando lo vio, se conmovieron las entrañas, lo besó, lo levantó y lo abrazó, ese es Dios. Ese es el abrazo de la misericordia, es el abrazo del perdón, es el abrazo de la cruz. Ese abrazo rompe toda coraza de tu vida. Déjate abrazar por Dios. Que abrace tus heridas, tus fracasos, tus debilidades.

Y no te quedes como el mayor, en la queja, en el enfado, en la protesta. Que nos preguntemos cada uno de nosotros, si nos quedamos a la puerta del banquete o entramos en el banquete. Si nos quedamos en nuestro enfado, orgullo o queja, en nuestra herida o nos dejamos abrazar, para ser abrazo alegre de Dios para los demás.

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