En este domingo miremos al tesoro que es nuestro corazón y preguntémonos que hay en el centro del mismo. Porque muchas veces corremos el riesgo de concentrarnos en mirar mota en el ojo de nuestro hermano sin fijarnos en la viga del nuestro. Encontrando razones para culpar a los demás y justificarnos a nosotros mismos.
Si no somos capaces de ver nuestros propios defectos, siempre estaremos inclinados a magnificar los de los demás. Si por el contrario reconocemos nuestros errores y nuestras miserias, se nos abre la puerta de la misericordia. Hay que cambiar la mirada. Porque sino nos instalaremos en quejas de lo mal que está la sociedad, la Iglesia, el mundo, sin cuestionarnos primero a nosotros mismos y sin comprometernos a cambiarnos primero.
Eso nos lleva a la raíz de la vida, a descubrir dónde nos estamos alimentando, cuál es esa savia que riega cada día nuestra vida. Que este domingo, sea una oportunidad preciosa para descubrir dónde está el tesoro de nuestro corazón, para que la savia que circule sea la de la Buena Noticia, así nuestra mirada será la de la misericordia y nuestras palabras la del amor esperanzado.