La Presentación de Jesús al templo es una fiesta que celebra el rito de la presentación del hijo una vez cumplido el tiempo de la purificación de la madre a través del recogimiento y la oración, a los cuarenta días que hubiese dado a luz. En esa presentación en el templo, Simeón no sólo pudo verla, sino que tuvo el privilegio de abrazar la esperanza anhelada, y eso lo hace exultar de alegría. Su corazón se alegra porque Dios habita en medio de su pueblo
Sólo el encuentro con Cristo, como el de Simeón, podrá devolvernos la alegría y la esperanza, y nos salvará de vivir en una actitud de supervivencia ante la vida, porque eso nos vuelve reaccionarios, miedosos y poco a poco nos va encerrando lenta y silenciosamente en nuestras cosas y en nuestros planteamientos. Cuando ponemos a Jesús en donde tiene que estar: en medio de nuestra vida, en medio de nuestras realidades, iluminando toda nuestra existencia, la esperanza cristiana pasa de ser superficial a iluminadora, manteniendo vivo nuestro corazón.