La importancia de la virtud de la humildad. Porque Cristo «se vació a sí mismo», para darnos vida. Y que tenemos que reconocer primeramente que es necesario que nos vaciemos de todo aquello que no nos permite caminar en humildad y sencillez. Y el primer paso de la humildad es la conversión, el reconocer la debilidad para cambiar, como nos muestra hoy la parábola. Aquí hay dos actitudes el humilde y el que no lo es. «La humildad es el único camino que nos conduce a Dios». Los humildes parecen débiles y perdedores a los ojos de los hombres, pero en realidad son los verdaderos ganadores, porque son los únicos que confían plenamente en el Señor y conocen su voluntad. La fuerza de los humildes es el Señor, no las estrategias, los medios humanos, la lógica de este mundo, los cálculos…
Esa humildad nos lleva a poner nuestra vida en manos del Señor. A poner en ella incluso nuestro pecado, nuestra debilidad. No es solamente hacer cosas, es aprender a decirle: «Señor, estos son mis pecados, no son los de este o los de aquel… son los míos. Tómalos tú. Así estaré salvado».
Vamos a pedirle al Señor en este domingo que nos conceda el don de la humildad, para que vaciándonos de todo orgullo, soberbia, poniendo nuestra fragilidad en sus manos, sin maquillajes dejemos que Él nos rehaga cada día.