El Señor nos llama. Sí, Dios nos llama por nuestro nombre, eso significa que para Dios ninguno de nosotros es un número, sino un rostro, una cara, un corazón, somos una historia de amor para Dios. Porque muchos pueden saber nuestro nombre, pero no nos conocen de verdad. Pero, Jesús no es así. Él confía en cada uno de nosotros, porque para Jesús cada uno de nosotros importa. Y así aprendemos a vivir la vida como una llamada de amor de Dios, así nuestra vida se convierte en misión de Dios.
No olvidemos que Dios nunca deja de llamarnos, en todos los momentos de nuestra vida, está tocando la puerta, me puedo hacer el despistado, mirar para otro lado. Pero esa llamada está ahí. Porque es una mirada, la de Dios, que llama, que invita a levantarse, a ponerse en marcha, porque quiere la vida para cada uno de nosotros, quiere una vida plena, ocupada, salvada del vacío y de la inercia. Y no pongamos excusas a esta llamada a ir a la viña.
Y cuando lleguemos a la viña, dejemos las comparaciones, que tanto daño nos hacen, tú haces o no has hecho, mira como es ese. Dios no nos compara, Dios nos ama, para que amemos en la viña que Él ha puesto en nuestras manos. Digámosle hoy un sí al Señor, no pongamos excusas hoy y nunca. Y pongámonos cada día a trabajar en esta viña que el Señor nos ha encomendado con alegría, con espíritu de servicio, con sencillez, con amor y sin comparar lo que hace uno u otro.