Comenzamos el tiempo de Adviento, subamos al encuentro del Señor, se nos abrirán por delante 4 semanas para preparar el corazón. Lo primero que debemos hacer es pedir ese deseo al Señor, que nos ayude a preparar el corazón, por eso nos podríamos preguntar en este primer momento: ¿Cómo tengo el corazón? ¿Deseoso de que Dios entre en mi vida, que nazca?
Un corazón adormecido, anestesiado es una vida que se pierde lo que Dios va poniendo delante de él. Tenemos que descubrir que va adormeciendo nuestro corazón, que nos impide comenzar esa peregrinación, que va anestesiando mi vida: mis debilidades, mis fracasos, los de otros, mis rutinas, mis faltas de ilusión. El sueño interno viene siempre de dar siempre vueltas en torno a nosotros mismos, y del permanecer encerrados en nuestra propia vida con sus problemas, alegrías y dolores, pero siempre dando vueltas en torno a nosotros mismos. Y eso cansa, eso aburre, esto cierra a la esperanza.
Pero un corazón despierto levanta la mirada y abre nuestro corazón para recibir a Jesús. Eso significa estar despiertos, pidamos un corazón despierto, listo, atento. Y parar estar despiertos es fundamental la oración. Es un tiempo especial, el adviento, para orar con intensidad.