Somos llamados en ésta Fiesta de la Ascensión a ser testigos de Dios, ser testigos de su amor. Y para ello poner la mirada en el cielo, pero no para huir del mundo, sino para poner su mirada sobre nuestra vida. Y así nos convertimos en bendición de Dios para los demás. No hay mejor bendición que llevar a Cristo, y ser bendición para los que me rodean.
Nos vamos convirtiendo poco a poco en esa bendición de Dios al levantarse cada mañana y pedirle a Dios que seamos esa bendición suya para todos. Y entonces tendremos la misma experiencia de los apóstoles: la alegría. Porque la alegría nace de dejarnos bendecir por el amor de Dios, para así convertirnos en sus testigos y ser su bendición para los demás. Que esta Fiesta de la Ascensión sea un momento para con la mirada puesta en Dios nos dejemos bendecir por Él y así cada uno de nosotros seamos la bendición alegre de Dios para los que nos rodean.