Jesús relaciona el amor y la unión a Dios, con seguir su palabra. Si la encarnación de Hijo fue un acto de amor del Padre al mundo, la morada en Él, que se iniciara después de la resurrección, es un acto especial de amor hacia nosotros. Cuando amamos a Dios lo vemos. Por eso cuando no podemos ver a Dios nos tenemos que preguntar: ¿qué ama mi corazón?
Y ver a Dios esto es posible gracias al Espíritu Santo. El Espíritu Santo nos ayuda a hacer memoria de Dios en nuestra vida. Y cuando amamos a Dios, hacemos memoria agradecida nos viene la paz de un Dios que vive en nosotros y nos dice: “Os doy mi paz”. Jesús quiere que vivan con la misma paz que han podido ver en él, fruto de su unión íntima con el Padre. Les regala su paz. No es como la que les puede ofrecer el mundo. Es diferente. Nacerá en su corazón si reciben el Espíritu de Jesús. Esa es la paz que han de contagiar siempre que lleguen a un lugar: Lo primero que difundirán al anunciar el reino de Dios para abrir caminos a un mundo más sano y justo.