La figura de Jesús, buen pastor: no busca otro interés, no tiene otra ambición que la de guiar, alimentar y proteger a sus ovejas. Y todo esto al precio más alto, el del sacrificio de la propia vida. Las características de las ovejas de Jesús son dos: escuchar su voz y seguirle.
Tenemos que pedirle que siempre el eco de nuestra vida sea la voz de Dios. El misterio de la voz es sugestivo: desde el vientre de nuestra madre aprendemos a reconocer su voz; por el tono de una voz percibimos el amor o el desprecio, el afecto o la frialdad. La voz de Jesús es única. Si aprendemos a distinguirla, Él nos guía por el camino de la vida, un camino que supera también el abismo de la muerte.
Que cada día escuchemos la voz de Dios para que siguiéndole seamos muestra del amor único de Dios a todos los que nos rodean.