Después de varios domingos terminamos hoy el discurso del pan de vida, que es Cristo quien nos da la vida eterna, entregándose a sí mismo. Y eso provoca que muchos de los discípulos de Jesús comenzaran a murmurar y a escandalizarse. Porque se encuentran en situación de tibieza, buscan una fe, una iglesia a su propia medida. Que evita un compromiso serio, que no se cuestiona su modo de vivir. Es la tibieza de una falsa prudencia de no querer custionarse sobre su camino de seguimiento.
Entonces es cuando sale la pregunta de Jesús: «¿También vosotros queréis marcharos?» Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.» Así, de un grupo grande, se convierte en un grupo un poco más pequeño, pero de aquellos que saben perfectamente que no pueden ir a otra parte, porque solamente Él, el Señor, tiene palabras de vida eterna.
Ir con Jesús, por lo tanto, sin temor, por el camino que Él indica. Recemos por la Iglesia, para que siga creciendo, consolidándose y caminando en el temor de Dios y con el consuelo del Espíritu Santo. Que el Señor nos libre de la tentación de la tibieza; de la tentación de murmurar contra Jesús, porque es demasiado exigente. Que el amor de Dios no se convierta en un escándalo para nosotros.